martes, 3 de febrero de 2009

El Mejor Día de Mi Vida (Por Ahora)




El bolígrafo se desliza suavemente sobre el blanco fondo de este folio, llenándolo de palabras que al igual que en otras muchas ocasiones, acabarán por caer en saco roto.


Mis lágrimas riegan ahora cada una de las líneas de negra tinta que escribo, mientras mis dedos, inútilmente las intentan apartar.


Tal cual decía ESTOPA esta tarde en una de sus canciones, soy el único capaz de hacer que un plan infalible falle, pero además soy capaz de que lo haga a lo grande.



Hoy, la rabia y la impotencia se adueñan de mi ser, tal y como demuestra la cara posterior de la hoja sobre la que antes escribí este texto. Últimamente nada sale como debería. Los pocos que me conocen tal y como soy tal vez me soltarían algo así como “el que sigue la consigue”, pero sinceramente, ¿Merece la pena seguir luchando? ¿Debería seguir matando horas y horas de mi vida? Para qué. Apenas creo que merezca la pena intentarlo. ¿Para qué insistir en algo que claramente no es lo mío? Vivir esta vida no fue diseñado para mí. Esta vida, en este mundo, fue diseñada para otras personas, héroes anónimos que se dejan la piel en cada rato libre, pero no para mí.



No para alguien cuya máxima aspiración en esta vida es ayudar a los demás a que puedan vivir como yo. Pero ya no quiero eso, no quiero que nadie tenga que vivir esta mierda en la cual se ha convertido mi vida.



Desde hace tiempo soy incapaz de todo. He luchado varios meses por cumplir mi gran sueño, pero me he cansado de hacerlo, me cansé de no hacer nada por la gente, de decepcionar a mis amigos, a mi familia y a las personas que día a día me demuestran que me quieren. Por ellos merecía la pena seguir luchando, sacrificar hasta la última gota de mi sangre, luchar contra viento y marea, pero todo ello se ha convertido ahora en frustrados intentos por ocultar mi ineptitud en este y otros muchos campos del día a día.



Ya no me quedan ganas ni para seguir escribiendo, quisiera dormir mil años, hundirme en mis sueños y desaparecer por un tiempo, pero ni para eso tengo valor. Apenas soy capaz de dejar mis sentimientos plasmados en este maldito formato digital que luego nadie lee.




domingo, 1 de febrero de 2009

¿Qué Mejor Regalo Que...?







¿Qué mejor regalo que un amigo?

¿Qué mejor regalo que un paseo junto a ti en una noche clara, con el canto de un pequeño colibrí?

Aquel día las estrellas brillaban en el firmamento, más intensas y elegantes que en cualquier otro momento, mientras la cuidad dormía a la luz de una luna llena. Mi mayor deseo para ese día, poder ser un caballo, para trotar por las praderas, regadas por el rocío, mientras mis crines ondean al viento del estío.

¿Qué mejor regalo podría tener yo que cenar con todos mis amigos mientras reímos y gritamos?

¿Hay algo mejor que pasar, aunque sólo sean 5 minutos al día, junto a cada uno de vosotros? No, no hay nada que se le asemeje.

Pero realmente, lo mejor de todo esto es saber, que aunque tengáis vuestros defectos, siempre os tendré, para lo que necesite, y sin tener que daros nada a cambio.

Tendréis vuestros defectos, mucho menores que los míos, pero habéis pensado que para algunos, tal vez vuestro mayor defecto sea el hecho de que os habléis con migo?. ¿Qué sería de mí sin vuestros defectos entonces?

Pero, lógicamente, no son vuestros defectos lo que me importa. Os aprecio tal y como sois. Me gustaría definiros, a todos y cada uno de vosotros, pero apenas puedo con las letras del alfabeto. Podría decir algo de todos vosotros, pero qué sería a parte de un sinfín de palabras. No acabaría nunca ni sabría qué decir de cada cual.

Podría intentar retrataros, pero en este punto me surgen 2 inconvenientes: El primero, que no se dibujar y el segundo, y más grande aún que el primero, es que no se para qué os quiero en papel pudiendo teneros en carne y hueso. Un papel no habla, vosotros sí. Un papel no ríe ni es capaz de hacerme reír cuando lo necesite, en cambio vosotros sí. Un papel nunca va a jugar conmigo, ni me ofrecerá su hombro para que pueda llorar, vosotros, amigos míos, sí que lo hacéis, y sobra decir, que a las mil maravillas.

¿Qué mejor regalo que alguien llegue a las 8.30 de la mañana todos los días y te desee unos “Buenos Días” con una sonrisa? ¿Qué hay mejor que la llegada de alguien, media hora más tarde de lo acordado, y te abrace? ¡Qué gratificante resulta encontrar en cada momento del día dispuesto a tomar un café contigo, a dedicarte 10 minutos de su vida, a desayunar junto a ti, a echarte una mano aunque no lo necesites…?

Os diré una cosa, el día que no aprecio la presencia de todo esto a mi alrededor, no soy el mismo, lo hecho de menos. Tal vez por que soy un animal de costumbres, o porque sin vosotros soy algo tan insignificante que no sé como vivir.

¿Cuánta gente habrá intentado definir lo que es un amigo? Yo mismo lo intenté, pero me frustré cuando me di cuenta de que llevaba escribiendo tres días y aún no había puesto ni la mitad de lo que debía.

¿Es posible vivir sin vosotros? No lo creo, pero preferiría no tener que enfrentarme a ello.


Sólo con pensar lo que sería mi vida sin mis amigos se me cae el alma a los pies. ¿Quién se iba a reír de mis numerosas meteduras de pata? ¿Quién iba a contarme cada día sus pequeños o grandes problemas? ¿Quién me desearía “Buenos Días” cada mañana, “Buen Provecho” en cada comida o “Buenas Noches” antes de irme a dormir?


Sinceramente creo que nadie más que vosotros lo haría. Por suerte para mí, tengo amigos, grandes amigos, es más, me atrevería a decir que vosotros sois los mejores amigos que jamás he tenido y que alguien pueda tener.

Las Justas De San Andrés


Tiempo hacía que no tenía lugar una celebración tan importante cerca del lugar en que habitamos. Unas justas de tal envergadura no se podían dejar pasar y Jon tenía pensado, desde ya hacía algún tiempo, que esta fuese su primera vez. Hacía ya más de 5 años que estaba entrenándose para tal meta, la cual le permitiría llegar a ser un gran caballero, tal y como años atrás hubiera hecho su padre.


El chico ensilló su corcel su más esbelta bestia, negro azabache, con las riendas y los herrajes en color rojo, característico del escudo de armas de su familia, un lobo alado domesticado por una hermosa dama.


Tras terminar con su corcel, decidió que había llegado el momento de su preparación. Se vistió su armadura, sus guanteletes, afiló su mandoble, sacó brillo a su hermoso yelmo y finalmente cabalgó hasta la basta llanura en la cual tendría lugar la celebración de las justas.


Cuando llegó allí, fue recibido con toda clase de vítores, anunciándole como el futuro guardián de sus tierras, aclamándole y deseándole la mayor suerte posible.


Toda la multitud estaba con Jon, pero alguien a quien él no esperaba ver allí, apareció de repente. Una muchacha preciosa, tal vez la más bonita de las mujeres hasta entonces vista. Era alta, morena, de ojos verdes y con unos rasgos tan sumamente delicados que recordaban por entero a una muñeca de porcelana.


Al verla, nuestro aventurero, descabalgó rápidamente para ir a abrazarla, sentía deseos de apretarla entre sus brazos, acariciarla nuevamente, besarla, fundirse junto a ella hasta constituir, entre los dos, un único ser.


Habían pasado exactamente 5 años desde que ambos muchachos, con poco más de 15 años, estuviesen jugueteando junto aquel arroyo claro y rápido, pero los sentimientos de ambos seguían tan vivos como el primer día.


Los dos jóvenes se miraron fijamente a los ojos, casi desnudándose el uno al otro con la mirada, y de pronto se fundieron en un beso tan tierno y apasionado que hasta el más molesto de los pajarillos entonó un melodioso cántico.


Al día siguiente, las justas estaban saliendo a las mil maravillas. Jon, mientras reflejaba en su mente la viva imagen de su amada, luchaba con su mandoble de doble filo contra toda clase de contrincantes.


El combate final fue el más duro de todos los vistos en la historia de las justas. Ambos contrincantes lucharían cuerpo a cuerpo en un pequeño anfiteatro. Jon bailaba sobre sus dos pies, consciente de que el más mínimo resbalón podría costarle muy caro. Su oponente era un caballero fornido, como un armario de tres puertas, con un hacha de doble filo, y una expresión asesina en su rostro. Alzando el brazo derecho por encima de su cabeza, ejecutó un golpe tan rápido que el hacha cortó el aire con un silbido, pero algo había ocurrido, el joven Jon no estaba allí, y Theoden estaba seguro de haber dirigido su golpe hacia él. Cuando el grandullón levantó la cabeza, vio que todo había terminado para él. En frente suya tenía a la joven más bella que jamás hubiese visto, mirándole entre la multitud, con ojos compasivos y una sonrisa tan radiante que brillaba por sí misma. En su hombro, Theoden, notó por primera vez el peso de la espada de Jon, quien en aquel momento se agachó junto al caballero, le dio una palmadita en el hombro y le dijo:


- Mi gran señor, habéis sucumbido a la magia de una mujer y no ante mi destreza como luchador, no sienta por ello humillación alguna, este torneo es suyo. Usted es quien lo ha ganado.


Al oír sus palabras, Theoden cogió su hacha del suelo, lo limpió y se lo entregó a Jon diciéndole:


- Jóven muchacho, eres el caballero más noble que jamás he conocido, el más rápido con la espada, pero tu arma más temible, la que te permitirá ganar todas las batallas, y salir victorioso de todas tu aventuras, no debes buscarla en tus brazos, sino en tu corazón. Has conocido a una persona maravillosa, por si no lo sabes es mi hija, y el amor que ambos sentís mutuamente os hará invencibles. Te entrego mi hacha, pues digas lo que digas, tú, hijo mío y no Theoden, ni su hija, son los justos ganadores de este torneo.


Cuando el fornido caballero terminó su discurso Jon estaba confuso. Al mirarle fijamente a la cara descubrió la semejanza existente entre dos seres tan nobles, Theoden y Arya eran dos seres tan sumamente iguales que Jon no supo como no se había dado cuenta mucho antes del parentesco que les unía.


Desde entonces, en su gran corazón cabalgan dos nuevos jinetes, una hermosa dama sobre una loba alada de pelaje blanco, y un hombre, tan fuerte y vigoroso con Jon siempre había deseado, que cabalga sobre el mejor de los caballos jamás visto.


Como de su propia lectura se observa, en un día tan indicado como hoy, he decidido contaros una historia, ficticia, con algún rasgo de realidad, pero ante todo, se caracteriza por expresar, ocultos entre sus líneas, ciertos sentimientos que estaban en ese “Rincón de mi corazón”.

miércoles, 28 de enero de 2009

Refelxiones de Un Débil Personaje.



Jon no descabalgó hasta que sus brazos y sus piernas estaban entumecidos a causa del frío de la noche.


Había conseguido huir de sus perseguidores por fin, como si de una criatura débil se tratase. Pero, ¿por qué hacerse el fuerte cuando en realidad simplemente eres una débil criatura?


Se sentó a descansar un poquillo mientras la briosa yegua torda bebía de las aguas claras que en aquel momento, debido a las torrenciales lluvias de la estación estival, atravesaban el camino y bañaban toda la región. Se agachó sobre las aguas del arroyo, y al ver su rostro reflejado, cual Narciso, hace miles de años, descubrió que aquellas facciones fuertes y severas no hacían más que ocultar una debilidad que desde los albores de la tempestar y desde sus orígenes no hacía más que perseguirle.


¿Quién sería mi perseguidor? Y al instante, él mismo encontró la respuesta a su mayor interrogante. El hombre que le había perseguido durante aquella noche era, sin lugar a dudas, el mismo hombre que ahora se hacía aquellas mismas preguntas, pero mostrándose al mundo tal y como es.


¿Qué puedo temer de mi mismo? Dentro de su cabeza una vocecilla le contestó:


- Teme a todo aquello que en su día te hizo fuerte, y así te harás más fuerte aún. Cuida más de tus amigos que de tus enemigos, cura antes sus heridas que las tuyas y protégeles a ellos siempre antes que a ti mismo.


- Eso es exactamente lo que siempre intento hacer, mi querida conciencia, pero no sé hasta que punto cumplo bien con mi deber.


- A eso deben responder aquellos a quienes ayudan y no yo.


- Me resulta difícil encontrar a alguien a quien realmente haya ayudado. La gente mantiene conversaciones conmigo “por cumplir” con sus obligaciones de amigos, pero siento que a todos ellos, uno por uno, les he ido decepcionando a lo largo de todas mis aventuras. Casi 20 años tengo y aún no he conseguido ayudar a alguien que lo necesitase realmente, al mismo tiempo que siempre estoy recibiendo cosas de quienes me rodean, pero, ¿Cómo puedo compensarles? ¿Qué he de hacer para ayudarles? El “dar sin recibir nada a cambio es tan bonito…, pero ¿por qué nadie describió nunca cómo debe sentirse alguien que continuamente recibe, sin nunca antes haber dado nada a cambio?


- No lo sé, mi querido Jon. Tal vez deberías preguntar a esas personas que crees que has decepcionado, si ellos están de acuerdo con lo que tú piensas.


- Estoy seguro de que lo están y además, no me atrevo a preguntarles, por miedo a la respuesta que reciba.


Quería haber subido esto hace unos días, pues reflejaba exactamente cómo me sentía el día que lo escribí, pero a día de hoy sigue teniendo la misma validez.


Un saludo a todos mis nobles amigos!! :(

domingo, 25 de enero de 2009

Aquella Noche de Invierno.




La noche era fría y clara al mismo tiempo. Tres días antes había empezado a nevar y aquel día, la meteorología, por fin había decidido darnos una tregua, un día de descanso.

Una enorme luna llena iluminaba sus pasos, mientras caminaba con su perro pisándole los tobillos, ambos exhaustos por el frío y la rápida caminata.

Tras unos minutos caminando sobre la blanca nieve, dejando una copia impresa de cada uno de sus cansados pasos, llegaron al lugar que ambos buscaban, un hermoso claro en medio del frondoso bosque con un viejo banco de madera en el medio.

Jon se sentó en el banco, encendió un cigarro y se dispuso a mirar al cielo. Y de repente te vio, allí, mostrando todo tu esplendor, con más brillo que todas las demás. Allí estaba la persona que Jon buscaba, alguien con quien en su momento conversamos, en aquella habitación del hospital:

-¡Hola Jon! ¡Nuevamente has vuelto a visitarme! (dijo el anciano con los ojos inundados en lágrimas)

- Por supuesto, ¿Cómo iba a dejarlo para otro día?

- Has hecho bien en venir, siento que ya le queda poco tiempo a esta aventura que es mi vida.

- ¿Y qué va a ser de nosotros cuando te vayas?

- Nunca me iré del todo, si sabes donde buscarme. Búscame en el claro, alto y brillante, desde allí te observaré y por tí velaré.

Al principio Jon, no quería creerle, pero sólo tenía 10 años por aquel entonces.

Cuando le llegó la noticia de lo que finalmente había ocurrido y tras preparase rápidamente para el protocolo habitual, decidió que aquella noche comprobaría la veracidad de las palabras que habían constituido la despedida.

Cuál sería su sorpresa cuando al llegar a l claro anteriormente descrito, y sentarse en su banco, lo encontró, mirándole desde allí arriba tal y como se lo había prometido.

Todavía a día de hoy, y con casi 10 años más a sus espaldas, sigue buscándole en el cielo estrellado de las noches de invierno, le encuentra y estira el brazo para intentar acariciarle de nuevo. Aún no lo ha conseguido, pero sigue día a día persistiendo en sus intentos.

Sin más me despido por hoy, esperando que os haya gustado mi relato de inauguración. Pienso que hoy, día en que se cumplen 10 años de aquel fatídico accidente, debo dedicarle a esta persona unas cuantas líneas en este rincón ficticio de mi corazón, pues en el verdadero corazón ya tiene escrito todo un relato. ¿Qué pensaría él de mí si me viese a día de hoy?... Prefiero no tener que pensarlo.
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...