domingo, 25 de enero de 2009

Aquella Noche de Invierno.




La noche era fría y clara al mismo tiempo. Tres días antes había empezado a nevar y aquel día, la meteorología, por fin había decidido darnos una tregua, un día de descanso.

Una enorme luna llena iluminaba sus pasos, mientras caminaba con su perro pisándole los tobillos, ambos exhaustos por el frío y la rápida caminata.

Tras unos minutos caminando sobre la blanca nieve, dejando una copia impresa de cada uno de sus cansados pasos, llegaron al lugar que ambos buscaban, un hermoso claro en medio del frondoso bosque con un viejo banco de madera en el medio.

Jon se sentó en el banco, encendió un cigarro y se dispuso a mirar al cielo. Y de repente te vio, allí, mostrando todo tu esplendor, con más brillo que todas las demás. Allí estaba la persona que Jon buscaba, alguien con quien en su momento conversamos, en aquella habitación del hospital:

-¡Hola Jon! ¡Nuevamente has vuelto a visitarme! (dijo el anciano con los ojos inundados en lágrimas)

- Por supuesto, ¿Cómo iba a dejarlo para otro día?

- Has hecho bien en venir, siento que ya le queda poco tiempo a esta aventura que es mi vida.

- ¿Y qué va a ser de nosotros cuando te vayas?

- Nunca me iré del todo, si sabes donde buscarme. Búscame en el claro, alto y brillante, desde allí te observaré y por tí velaré.

Al principio Jon, no quería creerle, pero sólo tenía 10 años por aquel entonces.

Cuando le llegó la noticia de lo que finalmente había ocurrido y tras preparase rápidamente para el protocolo habitual, decidió que aquella noche comprobaría la veracidad de las palabras que habían constituido la despedida.

Cuál sería su sorpresa cuando al llegar a l claro anteriormente descrito, y sentarse en su banco, lo encontró, mirándole desde allí arriba tal y como se lo había prometido.

Todavía a día de hoy, y con casi 10 años más a sus espaldas, sigue buscándole en el cielo estrellado de las noches de invierno, le encuentra y estira el brazo para intentar acariciarle de nuevo. Aún no lo ha conseguido, pero sigue día a día persistiendo en sus intentos.

Sin más me despido por hoy, esperando que os haya gustado mi relato de inauguración. Pienso que hoy, día en que se cumplen 10 años de aquel fatídico accidente, debo dedicarle a esta persona unas cuantas líneas en este rincón ficticio de mi corazón, pues en el verdadero corazón ya tiene escrito todo un relato. ¿Qué pensaría él de mí si me viese a día de hoy?... Prefiero no tener que pensarlo.

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